Estamos ya acostumbrados al hecho de que la publicidad gráfica y las revistas de casi cualquier naturaleza hagan un uso escandaloso y a veces innecesario del Photoshop en cualquiera de las imágenes con las que ilustran sus mensajes y contenidos. Esto hasta cierto punto está asumido e interiorizado por el público medio, consciente de la manipulación que sufren esas imágenes, que en ocasiones son representaciones de ideales imposibles e irreales. Hace algunos años la agencia Ogilvy nos sorpendió a todos con un espectacular anuncio para Dove que plasmó de forma brillante esta situación.
Recientemente algunos personajes del mundo del cine y la moda han mostrado su desacuerdo con el hecho de que sus imágenes promocionales sean fraudulentamente retocadas dando lugar a una imagen estereotipada y falsa de ellos mismos. Incluso el gobierno francés se ha planteado seriamente tomar medidas legales contra los excesos en el uso de Photoshop, dada su incidencia en los trastornos alimentarios entre los más jóvenes, en esa búsqueda de cuerpos ideales imposibles. No obstante, se trata de un terreno donde estas licencias pueden resultar lícitas según las circunstancias. Pero ¿Qué pasa cuando esta manipulación de la realidad se traslada al terreno del periodismo, las agencias de noticias y el mundo de la prensa informativa en general? Aquí entramos ya en un terreno peligroso con el que nos situaríamos definitivamente en lo que Baudrillard definió como lo «hiperreal»:
«La abstracción hoy no es ya la del mapa, el doble, el espejo o el concepto. La simulación no es ya la de un territorio, una existencia referencial o una sustancia. Se trata de la generación de modelos de algo real que no tiene origen ni realidad: un «hiperreal».
Que nos queda entonces si las noticias a las que suponemos un mínimo de veracidad utilizan manipulaciones fotográficas para ilustrar sus ya de por sí poco objetivos artículos. Tal vez algunos piensen que exagero, pero se trata de una tendencia que poco a poco se ha ido instalando entre los profesionales de la prensa y que corre el riesgo de convertirse, como sucedió en otros ámbitos, en algo habitual y cotidiano. De hecho periódicos como el diario El Mundo han defendido de forma reiterada el uso de manipulaciones fotográficas en sus publicaciones, como sucedió en el caso de la foto de zapatero en Septiembre de 2009, cuando se fusionaron dos fotos de Reuters para crear una foto de portada que nunca se había realizado.
Pero este no es para nada un caso excepcional en la prensa española, también el diario El País protagonizó una situación similar con una fotografía proveniente de la Agencia EFE, donde en una visita de Ángel Acebes a Ávila, mostraba al ex ministro junto a la hermana de Miguel Ángel Blanco, concejal asesinado por ETA. En este caso la fotógrafa recibió la carta de despedido poco tiempo después.
Tampoco la prensa deportiva española escapa del abuso de Photoshop. Precisamente el diario As en el año 2007 nos dejó a todos sorprendidos con una chapucera clonación en Photoshop para eliminar de una foto deportiva la publicidad de su diario rival, El Marca.
Hay otros casos más sutiles pero no por ello menos evidentes, como el de la saturación exagerada que hizo El Mundo de unas fotos del reciente atentado suicida en el metro en Moscú, sin duda buscando el morbo.
Todos estos ejemplos sólo son una pequeña muestra de lo que sucede, en este caso en España, aunque se podría citar otros muchos, tanto aquí como a nivel internacional, véase como ejemplo los numerosos escándalos en este sentido asociados a la agencia de noticias Reuters en todo el mundo: The Reuters Photo Scandal. Por lo tanto no se trata de situaciones puntuales o de meras anécdotas, estamos ante un panorama real que pone en peligro uno de los pilares fundamentales del fotoperiodismo: la veracidad. Todos somos conscientes de la poca credibilidad de algunos periódicos y de la evidente manipulación política y económica que está detrás de todos ellos, por no hablar de que la objetividad no existe y que la propia fotografía posee otros mecanismos ajenos al uso de Photoshop para trasmitir mensajes, pero si traspasamos esta línea llegaremos a un punto sin retorno que nos ahogará todavía más en ese simulacro del que hablaba Baudrillard. Para nosotros sería el fin del fotoperiodismo.